Convivir con el fuego

Hace unas semanas, finalmente se logró controlar por completo el que quizás ha sido el incendio más importante que ha impactado la Sierra de San Juan, Nayarit en los últimos años. Sin embargo, de manera intermitente, seguimos experimentando una "lluvia" de ceniza y un olor a humo en diversas partes de la ciudad. Este fenómeno nos lleva a reflexionar sobre una cuestión muy importante: ¿Por qué nuestra sociedad convive de manera constante con los incendios? A tal grado que nos parece algo “común” y que hemos incorporado en nuestras vidas, a pesar de las múltiples molestias que esto ocasiona.
Para entender lo que sucede es necesario hablar en primer lugar de “la zafra”, un término que se utiliza comúnmente en el contexto de la industria azucarera y que se refiere a la temporada de cosecha y procesamiento de la caña de azúcar.
La forma en la que se realiza la zafra en Nayarit, como en muchas otras regiones del país, constituye un claro ejemplo de la complejidad de los retos socioambientales. Ya que, por un lado, es innegable la importancia económica que tiene la caña de azúcar para el estado, ofrece empleo a muchas personas durante su cosecha y procesamiento, dinamizando la economía regional y generando importantes ingresos para muchas familias. Sin embargo, el modelo actual de producción azucarera lleva consigo una serie de impactos negativos tanto para el ambiente como para la salud humana. Principalmente porque una práctica común asociada a la zafra es la quema controlada de la caña de azúcar, la cual facilita la recolección manual de la caña al eliminar las hojas y residuos no deseados y potencialmente erradicar plagas o enfermedades. No obstante, esto conlleva a la emisión de partículas y gases de efecto invernadero como el monóxido de carbono, dióxido de carbono y metano, que contribuyen al cambio climático. Además, regularmente muchos organismos (conejos, serpientes, ratones silvestres, insectos, entre otros) que habitan los cañaverales se ven afectados y comúnmente mueren a causa del incendio.
No es una tarea fácil cuantificar el impacto que tiene sobre el ambiente esta práctica, pero se puede hacer un sencillo ejercicio con fines meramente ilustrativos utilizando el rigor científico mínimo necesario. Para ello tomaremos como referencia la metodología empleada por el Instituto Nacional de Ecología y Cambio Climático -UAM (2016), la cual considera variables como la fracción materia seca, la fracción de cultivo incinerado en campo, el factor de oxidación y la masa de residuos incinerados, por mencionar algunos y considerando que la superficie sembrada de caña en Nayarit es de alrededor de 34,066 ha, con una producción anual de alrededor de 2’352,395 toneladas (según datos del gobierno de México para el año 2020); De esta manera podríamos estimar que en Nayarit se estarían liberando cerca de 442,090 toneladas de CO2 a la atmósfera cada año a causa de esta práctica. Este volumen no es trivial pues representa un aporte considerable a la problemática global del calentamiento global.
Asimismo, la quema de la caña de azúcar también estaría provocando la emisión anual de 495 toneladas de PM10 y 325 toneladas de PM2.5. Estas partículas son especialmente dañinas para la salud humana, ya que pueden ser inhaladas y llegar a los pulmones e incluso al torrente sanguíneo, causando o agravando problemas respiratorios y cardiovasculares.
Estos datos revelan una paradoja central en nuestra relación con el ambiente: para satisfacer nuestras necesidades y generar bienestar económico, solemos recurrir a prácticas que, a la vez, degradan el entorno natural y amenazan nuestra salud.
Lo que quiero expresar con todo esto, es que existe una urgente necesidad de adoptar prácticas alternativas que permitan mantener la viabilidad económica, pero reduciendo sus impactos negativos. En este sentido existen alternativas que se han empleado en otras regiones, como por ejemplo el corte mecanizado de la caña de azúcar sin necesidad de quema previa, no obstante, la implementación de este tipo de soluciones requiere de voluntad, inversión en investigación y desarrollo tecnológico.
Continuando con el tema de incendios, es importante no perder de vista que, según los datos de la Comisión Nacional Forestal, en 2022 se incendiaron 50,424 hectáreas en Nayarit, lo que sin duda agravó la situación ambiental en el estado. Estos incendios no solo destruyen la flora y fauna locales y alteran los ecosistemas, sino que también liberan grandes cantidades de dióxido de carbono (CO2) y otros gases de efecto invernadero.
Por otro lado, la quema de basura y hojas secas, que es una práctica común en Nayarit, también tiene efectos perjudiciales. Esta actividad produce partículas finas (PM2.5 y PM10), que son muy dañinas para la salud humana. Asimismo, la quema de estos materiales puede liberar sustancias tóxicas y carcinógenas, como dioxinas y furanos, dependiendo del tipo de basura quemada. En suma, estos factores (la zafra, incendios forestales, quema de basura y materia vegetal) juegan un papel significativo en el impacto ambiental causado por el fuego en nuestra sociedad.

Estamos frente al enorme desafío de trascender la visión a corto plazo y abordar estos problemas de manera integral, considerando tanto las necesidades inmediatas de la población como la preservación de la naturaleza. 

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